La pandemia puso al descubierto un estado previo de vulneración de derechos fundamentales de la infancia que en este contexto corre el riesgo de profundizarse.
La separación de familiares y amigos, la ruptura de sus rutinas cotidianas, el cierre físico de los centros de primera infancia, jardines y colegios, la convivencia en entornos que pueden ser de riesgo, son algunas de las transformaciones que han sufrido sus entornos de crecimiento, desarrollo y aprendizaje. A eso se suma, en el caso de los menores que viven en contextos de pobreza, otras problemáticas estructurales que se profundizaron por la pandemia: la pérdida de ingresos en muchos hogares por la imposibilidad de trabajar, la falta de acceso a servicios básicos, la dificultad para continuar con sus estudios por no tener acceso a conexiones de internet o computadoras, aparecen como los más visibles, entre otros.
Cada niño o niña tendrá una situación particular, algunos saldrán fortalecidos de esta experiencia y otros necesitarán ayuda.
Un malestar por una situación estresante no es lo mismo que un trastorno mental.
Una intervención psicológica/psiquiátrica será pertinente si los síntomas son graves, perduran en el tiempo o impactan en la vida del niño/a de un modo notable. Es importante para los niños jugar, cantar, bailar, moverse. Sentirse escuchados, seguros, contenidos.
Para la infancia, adolescencia y en general, el malestar emocional puede encontrar salida a través del dibujo, la poesía, los relatos, la música….
Algo que nos debe enseñar esta pandemia es a mirar a los niños, a darles un verdadero lugar. Ellos son el futuro, los cuidamos lo suficiente?