Durante los primeros 6 años de vida, es el momento más crítico del desarrollo del cerebro. Así, todo lo que se haga durante este tiempo es lo que va a marcar la diferencia en las capacidades del niño para lograr desplegar todo su potencial.
“No podemos crear observadores diciendo ‘observa’, pero sí dándoles el poder y los medios para esta observación, y estos medios son adquiridos a través de la educación de los sentidos”.
M. Montessori.
Las bases para el desarrollo del cerebro se establecen en los primeros años de vida.
El futuro de cada niño será el resultado de las estructuras neuronales que se generen a través de estímulos adecuados, respetando el proceso de cada niño, potenciando al máximo las fortalezas con las que viene predispuesto genéticamente y desarrollando las que dependen de un proceso empírico.
El principal estimulo son las figuras de apego, esas figuras relevantes y amorosas que que atienden sus necesidades básicas, que lo atienden, le hablan, lo acarician, y juegan con él para así invitarlo a aprender, explorar y descubrir.
Se trata de generar un ambiente que favorezca un espacio de interacción donde el bebé por medio del juego libre incentive el aprendizaje, y así le puedan brindar más y mejores herramientas cognitivas y emocionales. Y es así, como a través de esta estimulación, es que la neurociencia confirma que podemos crear más y mejores conexiones entre neuronas, para así crear cimientos basados en conexiones sinápticas útiles y valiosas para maximizar el potencial cerebral del niño.
El juego es uno de los factores indispensables para el neurodesarrollo de los chicos. Acompañado de palabras, canciones, sonrisas, abrazos y amor.
No dejemos de estimularlos dándoles lo mejor.