Las emociones están presentes en nuestra vida, forman parte de nosotros y de las personas de nuestro alrededor. Son subjetivas, cada persona puede sentir diferente en referencia a una misma situación. Hay niños que disfrutan de la lluvia y otros que se entristecen. Hay niños que quieren faltar al colegio y quedarse en casa, y otros que lloran cuando se enferman y no pueden ir a clase.
Las emociones siempre están presentes en nuestra vida, desde edades muy tempranas. Las vemos en nuestros padres, familiares. Observamos cómo reaccionan ante ellas y cuáles se consideran más aceptables que otras. Aprendemos cómo responder ante ellas. Durante la primera infancia, las vivencias emocionales quedan impregnadas en nuestro sistema neuronal formando el adulto que seremos, seamos conscientes de ello o no. Por eso resulta tan importante tener en cuenta qué sienten nuestros hijos, qué significado le dan, acompañándolos en la vivencia de sus emociones dando el máximo respeto a ellos y su experiencia.
Si lo que sienten nuestros hijos es mirado, tomado en cuenta, dando el valor que tiene estaremos dejando el mensaje de: "Yo soy importante". "Lo que siento es válido por lo tanto yo soy una persona válida. Es bueno guiarse por las señales claras internas, por lo que sentimos".
Poco a poco lo creen sobre ellos mismos, en otras palabras, su autoestima será fuerte y sana. Se verán a ellos mismo como personas fuertes y libres. Capaces de conseguir lo que se propongan.
“Es más fácil criar niños fuertes que reparar adultos rotos”
Frederick Douglas
Este proceso nos resultará más o menos sencillo de realizar según cómo nos hayan dado valor y sostenido emocionalmente a nosotros en la infancia.